Zierbena (Vizcaya)



Paisaje del ascenso a Zierbena puerto desde Zierbena pueblo en el Camino de la Costa, cerca de casa, a donde me ando acercando para ir poniéndome en forma.

2 comentarios:

Carmelo Camacho dijo...

Y...¿Hay otro Guggenheim? Saludos hace mucho que no te veo. Salud.

Alberto Palomera dijo...

Aquí os va un texto que escribí este otoño sobre el tema, al enterarme en una noticia inquietante; que además de un satélite Guggenheim quieren construir autopistas y túneles de acceso a la Reserva,estamos locos, bueno están, la mía es otra locura.
Disfrutad, de las naturalezas extraordinarias y no os dejéis llevar por la corriente, amigos, Salud

NATURALEZAS COMUNES
El hombre, tiende por su naturaleza humana, a modificar la naturaleza. Siempre ha sido así; desde las primeras conquistas neolíticas, el ser humano, lograba hacerse con un territorio y lo moldeaba a su antojo. Pero esa transformación del lugar, para beneficio propio, iba más encaminada a una supervivencia primaria, que con el paso de tiempo supondría un avance económico y cultural- sin protagonismos-. Siempre, en armonía con el entorno, teniendo en cuenta los recursos naturales y sabiendo- porque era listo- el lugar que ocupaba en el universo, siendo consciente de la parte que le tocaba y siendo respetuoso con todo lo que le rodeaba; porque sabía –y aquí, sí que era espabilado- que si lo transformaba demasiado, si le daba la vuelta, puede, que no se reconociera al mirarse en el espejo de su agua cristalina. Hasta aquí, todo correcto; es lo que todos conocemos como avances de la civilización, civilizada, que poco a poco va comiendo territorios. Se cepilla su propia tierra cual caníbal insaciable, pero la digestión es demasiado pesada y le repite la comida. Porque, lo que de verdad sabe hacer el hombre, es repetir, repetirse, quizá, sea lo único que sabe hacer. El Guggenheim Urdaibai se convertirá en otro lugar común; porque esa tendencia contemporánea, a hacer de todo un recreo, un patio similar, a que todo parezca distinto, pero en realidad es igual, a hacer la tierra plana, como el encefalograma de los espectadores del espectáculo ordinario, vulgar y común al que nos tienen acostumbrados, es la meta de esta sociedad desnaturalizada. Hay muy poca diferencia entre el campo y la playa ¿Dónde vamos hoy? –me da igual, cariño. Y desde luego, como sigamos con este carreron, tampoco entre la ciudad y el pueblo. Todos son lugares comunes, sitios, a los que cuando llegamos de visita, nos atrapa una extraña sensación de déjà vu. Vamos al lugar, sin mucho ánimo, solo por ir, porque está bien visto y ¡faltaría más! perderme ese espectáculo, no me lo perdonarían mis supuestas amistades. Nos han anestesiado el criterio. Autopistas, túneles para accesos rápidos, para llegar, depositar y marchar. Esa es nuestra aldea global, esa, donde todos vamos a las mismas ruinas que hemos construido con ahínco. Es muy difícil encontrar a gente que va a los lugares con entusiasmo. Y cabría preguntarse por qué.

Alberto Palomera, otoño de 2009