Pasa el tiempo inexorable, a su ritmo, sin detenerse, imperturbable, siempre el mismo, el suyo. Después de tanto, el mío se hace ya acelerado, me cuesta seguirle..., ni quiero, espero tranquilo que termine y mientras tanto trato de hacer lo que más deseo en cada momento, pintar por ejemplo, o caminar, que aunque lo hago menos, disfruto organizándolo hasta que ocurre. A ser posible solo.
En esos mientras tanto me dejo querer por los que lo hacen, no todos, y como estos pueden ser muy cercanos los sufro como seguro me sufren a mí.
Si el tiempo acompaña la próxima semana caminaré unos días las corredoiras gallegas camino de Santiago. Ya tengo ganas.