Nos atropellan los días, han pasado ocho y vuelvo a embelesarme con la página de Antonio Muñoz Molina y su paseo por El Retiro de vuelta en Madrid, y refresca mi memoria su librito, al que tantas veces vuelvo, "Días de diario"; describir tanto con tan poco... Me gustan sus ires y venires, y sus descripciones, sus atmósferas. Vete, vuelve y cuéntalo, como vuelves a hacerlo en tu página en El País de hoy.
... La luz hiere los ojos no habituados a ella igual que la bronca política hiere los oídos en la radio del taxi, en la que parece continuar la misma tertulia trufada de exabruptos que uno escuchó hace unos meses en otro taxi que entonces lo llevaba hacia el aeropuerto. En el aire tan seco crepitan las formas de las cosas. Las barbaridades que se dicen con naturalidad en la radio suenan más agresivas porque el español hablado en España tiene una aspereza de yesca. Es urgente buscar las zonas de civilización con la misma destreza antigua con que se eligen en verano las habitaciones frescas en las casas y las aceras de sombra. Recién llegado, uno recupera el gusto civilizado de compartir unas cañas de cerveza y unas raciones de ensaladilla rusa y albóndigas en salsa y almendras fritas y saladas, exquisitamente bruñidas de aceite, y se hace de nuevo la misma pregunta, cómo en un país en el que hay tanto talento para los placeres diarios de la vida los discursos públicos tienden con tanta frecuencia a la brutalidad; ...
... La luz hiere los ojos no habituados a ella igual que la bronca política hiere los oídos en la radio del taxi, en la que parece continuar la misma tertulia trufada de exabruptos que uno escuchó hace unos meses en otro taxi que entonces lo llevaba hacia el aeropuerto. En el aire tan seco crepitan las formas de las cosas. Las barbaridades que se dicen con naturalidad en la radio suenan más agresivas porque el español hablado en España tiene una aspereza de yesca. Es urgente buscar las zonas de civilización con la misma destreza antigua con que se eligen en verano las habitaciones frescas en las casas y las aceras de sombra. Recién llegado, uno recupera el gusto civilizado de compartir unas cañas de cerveza y unas raciones de ensaladilla rusa y albóndigas en salsa y almendras fritas y saladas, exquisitamente bruñidas de aceite, y se hace de nuevo la misma pregunta, cómo en un país en el que hay tanto talento para los placeres diarios de la vida los discursos públicos tienden con tanta frecuencia a la brutalidad; ...