Caminando entre Santiago y Fisterra


He pasado unos días en Santiago de Compostela con motivo de la finalización de mi exposición en la galería Trinta de esta ciudad y he aprovechado para realizar el Camino de Fisterra del Camino de Santiago, camino de 90 km dividido en cuatro etapas en las que he disfrutado pintando acuarelas. Os enseño algunas, el resto podéis verlas en mi web.

Santiago desde Sarela de Abaixo, desde donde se contemplan por última vez las torres de la catedral de Santiago.



En Sarela se ven evidentes las huellas de los incendios sufridos el pasado invierno. Los eucaliptos, con vida en sus raíces bajo tierra, mandan sabia a sus troncos abrasados por el fuego y se pueblan de un desordenado ramaje a sus pies. A la derecha en el crucero Marco do Couto, también en su pie, los peregrinos depositan piedras testimonio de su paso por el lugar. En este caso los eucaliptos del fondo se han librado del fuego del pirómano.


Al llegar a Ponte Maceira amenazaba lluvia, pero te las tienes que apañar como sea pues es imposible no parar a pintar en este sorprendente núcleo histórico y su puente gótico de tres arcos, construido a finales del siglo XIV y bajo el que pasan trepidantes las caudalosas, en estas fechas, aguas del Tambre, dejando a sus orillas la capilla de San Brais, un pazo neomedieval rodeado de jardines, hórreos y palomares.



La segunda etapa, camino de Fisterra es menos boscosa y el paisaje se abre con horizontes amplios en los que predominan los pastizales dibujados por tapiales. Al llegar a la aldea Bom Xesus hay un crucero particular donde me detuve a pintar. Me llamó la atención la piedra oide dispuesta entre la columna y la cruz y en la que hay grabada una estrella. El crucero está un poco abandonado y rodeado de maleza. Seguí adelante y la etapa la concluí en Olveiroa, hermosa aldea gallega de ennegracidas piedras de granito del que están construidas la práctica totalidad de sus casas así como el bien cuidado albergue en el que pernoctamos los peregrinos. La población tiene una buena colección de hórreos del que hice este pequeño apunte junto al restaurante-pensión "As Pias" (Tel. 646 13 46 14). Paco Cousillas, su propietario, nos enseñó orgulloso las acogedoras habitaciones y a la hora de cenar degusté un buen plato de garbanzos con callos que no olvidaré fácilmente.



Ermita de San Pedro Mártir, en el municipio de Cee. Junto a ella un verde prado en el que se celebra su fiesta y una fuente "santa" cuyas aguas curan el reúma, los dolores de pies y las verrugas.
Había pasado el día viendo los paisajes destruidos por los incendios pasados, así que descendiendo hacia Cee decidí detenerme y pintar uno de los pinares quemados. En un par de años volveremos a ver verdear sus laderas, pero se tardará más de cuarenta años para volver a una hipotética situación similar a la anterior. O no, pues los suelos se vieron despojados del manto de tierra como consecuencia de las torrenciales lluvias posteriores a los fuegos.

Finalicé la etapa en el albergue de San Roque, en Corcubión, donde me encontré de hospitalero a mi amigo en los foros del Camino, Cirano, y como sólo pernoctaba yo esa noche como peregrino en el albergue, Cirano me propuso bajar a Fisterra, visitar a la hospitalera y cenar los tres juntos. Dicho y hecho. Un placer.



Antes de llegar a Fisterra pinté esta acuarela de la Praia Estorde en la que se deja ver a la derecha el final del camino Finisterre. Todavía tardaría unas horas en llegar. Antes de terminar me visitó Cirano, así como en el mirador del Talón (siguiente acuarela) desde el que se ven resplandecientes Fisterra y el cabo, lugares que él me recomendó.

Cuando uno hace planes para acercarse a estas tierras imagina lugares grises y brumosos. En esta ocasión, como representan las acuarelas, coincidí con unos días muy luminosos y las aguas más parecían del Caribe que del bravo Océano Atlántico.



Como no podía ser de otro modo la entrada en Fisterra se hace descalzo pateando, junto a las tranquilas aguas, las arenas de la Praia Langosteira, recogí una buena colección de vieiras y tras subir la rampa que da acceso al pueblo pinté el crucero desde el que en el horizonte se identifica la silueta del albergue de San Roque de Corcubión.



En Fisterra lo pasé junto a Tomás, un joven peregrino alemán con el que venía coincidiendo los últimos días.
A la mañana siguiente me dirigí al cabo y descendí por la abrupta bajada hasta las inmensas rocas que aguantan el envite del océano. No quemé nada. Monté los bártulos de pintar, como otros días, y realicé la última acuarela. El faro de Fisterra.
Que su luz ilumine a los marinos que cada día tienen que salir al océano en busca de su sustento. Jodido asunto.

2 comentarios:

Pedro Barahona dijo...

Todas buenísimas.

JOTA ENE ✔ dijo...

bonitas pinturas y aguarelas.

a minha tematica es la fotografia