Tras despedirme de Felisa Goñi me incorporé al gélido paisaje y retrocedí hasta el alto de Velate y retomar el Camino de Santiago hacia Pamplona, me introduje en el pinar para seguir adelante rodeado completamente por la nieve y con gran dificultad para caminar hasta que en el fondo de un pequeño barranco se dejaba ver la ermita de Santa María la Real. Llegué y traté de situarme, busqué en los alrededores las flechas amarillas por las que continuar el camino y aunque había muchísima nieve vi marcas en un pino a la entrada del bosque. Las cosas iban bien. Volví a la ermita y monté los bártulos para ponerme a pintar. Con cuatro rasgos elementales esbocé el tema y al ponerme a pintar mi sorpresa fue comprobar que al depositar la acuarela sobre el papel no se fijaba el color y se convertía en hielo de inmediato. Tremendo, el agua formaba escamas de hielo. -15ºC como mínimo. Seguro. Recogí los bártulos y con ellos al hombro, miré hacia la flecha amarilla por la que iba a proseguir, di una vuelta de trescientos sesenta grados sobre mi cuerpo, vi la cantidad de nieve por la que estaba rodeado y sin pensarlo mucho volví mis pasos hacia donde había venido decidiendo bajar hacia Lanz y Pamplona por la carretera. Al llegar a Venta Ulzama saludé de nuevo a Felisa y continué hasta enlazar con la nueva carretera donde con la nieve de las cunetas, el tráfico de camiones que salía del túnel se convertía en mi fantasmagórico enemigo y tenía que tener cuidado para evitar que me llevaran por delante. A cada momento trataba de apartarme de la carretera y buscar caminos alternativos, pero no había condiciones. Volví a perderme entre la nieve, el barro y los prados cercados de alambradas y, fatigado e irritado, tomé de nuevo la carretera hasta llegar a Olagüe donde como mal menor me relajaría parando a comer. Tampoco iba a ser éste un buen día y me encontré con que el bar hacía tiempo que lo habían cerrado, en la salida del pueblo paró un coche que se dirigía a Pamplona y me acercó hasta la estación de autobuses. Serían las cuatro de la tarde. Comí un mal menú y sin casi tomar el postre monté en el autobús. Antes de las siete de la tarde estaba en Bilbao. En Casa.
La Ruta del Baztán confluye con el Camino Francés en Trinidad de Arre, a las puertas de Pamplona, así que el tramo Velate-Trinidad de Arre lo considero pendiente. Algún día volveré y esperemos que en esa ocasión las cosas se desarrollen de otra forma. Hasta pronto.
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