La primavera viste el paisaje de colores frescos a pesar de que estos primeros días de Mayo se corresponden más con los de un verano todavía lejano. Estoy pintando entre Villamayor de Monjardín y Los Arcos mientras veo desfilar infinidad de peregrinos. Hoy la mayoría eran japoneses que se detienen muy cerca de mí a captar esta imágen de suaves verdes que alegran la paleta contenida del monte bajo de sus lomas o el de los negros, grises a la luz, de los plásticos que cubren los surcos alomados en los que en su interior despuntan los espárragos, cada día más escasos en estas tierras, ante otros foráneos quizá de menor precio pero no sé si de la misma calidad que los que acostumbrábamos a comer de esta tierra. Todo cambia pero no sé si siempre para bien.
El Bocal (Fontellas, Navarra), típico de soto de ribera. Lugar donde nace el Canal Imperial de Aragón, acequia de riego que proyectó Carlos V y que ejecutó el arquitecto Gil Morlanes, quien construyó la presa vieja y el llamado Palacio de Carlos V, edificio protagonista de la acuarela. La pinté desde el otro lado del río, en Cabanillas, donde al silencio le daba sentido el murmullo de unos pescadores, roto por el desgraciado derrape, en el camino de graba, de un automóvil maltratado por un zafio dominguero. Seguro que no oyó los insultos que le dediqué mientras desaparecía envuelto en una polvareda, aunque no dudo que sabe que se los dediqué. Lamentable. Es difícil que un buen día sea completo.
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